I
Cayó el libro que
tenía en las manos, rodó suavemente por la falda y quedó abierto en el suelo.
Ella no pareció darse cuenta del hecho y siguió meciéndose algunos minutos más.
Luego se levantó y se dirigió a la cocina donde una gran pila de cacharros la
estaba esperando. ¿Por qué las protagonistas de los libros nunca tenían que
fregar cacharros o preguntarse lo que iban a poner de comida?
Mientras recogía la
mesa y apilaba algún cacharro más en el fregadero, su pensamiento se recreó en
el libro que acababa de leer, deleitándose con las peripecias de aquellos
maravillosos personajes y se sintió deprimida.
Siempre le
sucedía lo mismo al acabar algún libro.Su vida le parecía
más monótona que de costumbre. Siempre lo mismo: levantarse la
primera para preparar los desayunos, llevar los niños al colegio, poner la
lavadora, discutir con el carnicero porque la carne que le había dado el día
anterior resultó ser más dura que la suela de un zapato y los chiquillos se
negaron a comérsela; preparar la comida, repasar la ropa, etc... etc... Una
larga lista que nunca se terminaba y giraba sobre sí misma como si fuera una
noria. Y luego, cuando llegaba su marido, la besaba cariñosamente en la
mejilla, comentaba por encima los acontecimientos del día y tras la cena, él se
sentaba en su sillón a leer el periódico o a ver tranquilamente los
deportes en al tele, mientras que ella tenía que seguir peleando con los
pequeños para que se fueran a la cama o discutiendo con los mayores para que
pusieran la música mas baja y miraran algo más los libros de texto. Luego,
mientras fregaba los cacharros de la cena, pensar en la comida del día
siguiente; ¡Mamá otra vez garbanzos! ¡A este pescado le falta sal, querida! ¡Ya
has puesto sopa tres veces en esta semana! Estos y otros parecidos eran los
comentarios que cada día tenía que oír, pusiese lo que pusiese. Por más
que lo intentaba, nunca lograba una alabanza en lo relativo a la comida. Y no
es que ella se quejara de que la vida la tratara mal, pero nunca sucedía nada.
Siempre lo mismo, nunca se salia de la rutina y en aquel momento ella
necesitaba desesperadamente huir de lo cotidiano. ¿Acaso pedía demasiado?
Aunque sólo fuera por un par de horas, necesitaba emociones, necesitaba emplear
esa energía que bullía dentro, en algo que no fuera pelar patatas o fregar
cacharros. ¡Oh Dios! ¡Cuánto odiaba tener que fregar cacharros día tras día!
En alguna ocasión,
ella intentaba explicar todo esto a su marido, pero terminaba aún más deprimida
que al principio. Era como si hablasen idiomas diferentes, la escuchaba sin
interrumpirla, pero al final movía la cabeza sonriéndola condescendientemente,
acariciaba con suavidad su mejilla y la echaba del salón con cualquier disculpa
para enfrascarse de nuevo en el "maldito" periódico.
Un vaso resbala y cae al
suelo haciéndose mil pedazos.
-¡Lo que me faltaba!
Seca las manos y empieza a
recoger los trozos intentando no cortarse. El teléfono empieza a sonar
insistentemente, deja lo que está haciendo, se acerca y lo descuelga...
II
Un sonido se introduce en su
cabeza como el molesto zumbido de un moscardón, las imágenes se desdibujan,
sobresaltada se incorpora en la cama. Sólo es el despertador, las cinco de la
mañana, tendrá que darse prisa para acabar de hacer las maletas y salir pitando
hacía el aeropuerto. Las vacaciones que aún no había empezado a disfrutar, se
han acabado. El director de la revista en la que trabaja la envía al Golfo para
un reportaje y ésta parece ser una gran oportunidad para demostrar que "ella"
puede ser tan buena como cualquier hombre. Tal vez, si lo consiguiese, pudiera
darse un descanso de un par de años y dejar de rodar siempre de un sitio para
otro sin saber nunca donde va a estar al día siguiente.
Ella quiso ser periodista en
contra de lo que opinaban sus padres, pero ahora... después de casi 10 años de
duro trabajo, de viajes incontables, de ir de un hotel a otro, de medio comer
en restaurantes mediocres, de tratar a las personas muy superficialmente por no
disponer de tiempo, piensa, que tal vez a su madre no le faltara razón y hubiese
sido más feliz de haberse casado con aquel pretendiente que tuvo -del que ni
siquiera recuerda el nombre- con tres o cuatro hijos a su alrededor y sabiendo
cada día lo que iba a suceder al siguiente.
Intenta recordar el sueño
que ha tenido, y que se viene repitiendo noche tras noche como una pesadilla.
Al no lograrlo, se encoge de hombros apartando de sí todos estos pensamientos,
termina de vestirse, levanta el teléfono y llama a un taxi. Luego recoge
las maletas y echa una última mirada a la habitación, por si olvida algo. Se va
cerrando la puerta tras ella. En cuanto termine con este trabajo se dará un
buen margen de tiempo, tal vez una temporada en el campo, lejos de todo y donde
tenga que hacer ella misma las compras, la comida, hasta fregar los cacharros
-como cuando era niña-
Cada vez que empieza
un nuevo reportaje, piensa que ese será el último. Pero en su interior siente
miedo y teme darle una oportunidad a esa otra mujer que lleva dentro y que
tanto le recuerda a su madre.