Al salir a la calle compruebo que
alguien ha pintado el cielo de un ligero azul cobalto con un cúmulo de nubes
doradas que le dan a la tarde un toque especial. Un toque que alegra el corazón
y hace mis pasos más ligeros, un toque, que crea un mundo paralelo donde todo
es posible, hasta el más loco de los sueños.
El tiempo
pasa imperceptible entre escaparates, compras y un café
en compañía de esa compañera a la que no había visto desde aquella
reunión de antiguas alumnas que celebramos... ¡ya no recuerdo cuando!
Vuelvo a deambular
entre la gente con un par de bolsas en la mano, producto de las compras
efectuadas. Levanto la vista y verifico que ya se han extinguido del cielo los
colores de la tarde y que alguna estrella que otra empieza a
apuntar tímidamente allá, en lo alto, compitiendo con las luces de
neón que llenan la ciudad en esta época.
Me muevo entre la
gente como si fuera una sombra, paso a su lado, oigo sus conversaciones, sus
risas, el sonido de sus móviles... pero solo son siluetas en un decorado.
Camino sobre el
asfalto dejando una estela de polvo, polvo que gravita en el éter intentando
adoptar una forma inconclusa al principio... más tarde... una escoba que gira y
gira en el aire recogiendo partículas invisibles al ojo humano pero que forman
alrededor de ella un halo misterioso.
Sigo absorta sus
evoluciones en el manto de oscuridad que ha dejado caer la noche en la bóveda
que cubre la ciudad. Son como las notas de una melodía aún no escrita. Advierto
con asombro que su ritmo tiene la misma cadencia musical que suena dentro de mi.
De pronto gira
de manera vertiginosa hasta que llena el firmamento de tanta luz y color que
supera la traca final del mejor espectáculo de fuegos artificiales que uno
pueda imaginar.
No sé cuando
terminó todo aquello, cuando el polvo y las luces se fundieron en un inmenso
libro con las páginas en blanco. Cuando se materializó aquella pluma... y
empezó a escribir una historia... historia que al ir leyendo lleno mis ojos de
polvo cósmico.
¡Ah! y la pluma era de ganso...
¡Ah! y la pluma era de ganso...
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